Manejar los problemas conforme estos se presentan en lugar de querer tenerlo todo previamente bajo control es una manera efectiva de afrontamiento y adaptación. (Foto: Alan Cleaver) |
Las formas en que las personas pueden adaptarse a una situación varían no sólo de persona a persona sino de situación a situación. La misma persona puede tener dificultades para adaptarse a una situación mas no para otra, y la misma situación puede ser difícil para determinada persona mas no para otra.
Las razones de estas diferencias se deben a tres factores fundamentales:
estrés, control y vulnerabilidad. El estrés se refiere a una respuesta
psico-fisiológica que experimentan las personas cuando tienen que actuar frente
a una exigencia, urgencia u oportunidad que deba ser aprovechada. A
niveles normales, el estrés es incluso saludable y necesario, ya que activa al
organismo de tal forma que busque adaptarse más eficientemente a las
circunstancias.
Cuando surgen cambios repentinos, las personas experimentan estrés
psicológico, lo cual es una respuesta natural que tiene como propósito alertar
al organismo y hacerlo adaptativo a las nuevas exigencias. Sin embargo, no todas
las personas reaccionan de la misma forma —tomando en cuenta las diferencias
de carácter o personalidad—, y la forma en que afrontan las
nuevas exigencias determinará en gran medida los resultados que obtengan al
final.
Los resultados dependerán de las capacidades de afrontamiento que
cada quien posea en su repertorio de respuestas. Así, por ejemplo,
adquirir un pensamiento negativista frente a la situación sería menos efectivo
que poseer uno constructivo o positivo. De la misma forma existen otras
capacidades de afrontamiento que tienen que ver más bien con la forma de pensar
y la toma de decisiones. Entendemos entonces que la actitud que se adopta es
importante. Manejar los problemas conforme estos se presenten en lugar
de querer tenerlo todo preparado por anticipado es otra forma de afrontamiento
que puede ayudar a una mejor adaptación.
Existen otras formas de afrontamiento tales como adoptar un comportamiento
flexible. Tener alternativas diferentes de respuesta o simplemente evitar
responder siempre de la misma forma puede llevar a resultados más positivos. Así
mismo ayuda mucho una buena retroalimentación para uno mismo sobre qué técnicas
de afrontamiento han funcionado mejor y cuáles no. El resultado
siempre dependerá en gran medida de las estrategias de la situación y
las habilidades para aplicar esas estrategias.
No podemos esperar todo el tiempo a que las condiciones ambientales cambien
y a veces tampoco podemos cambiarlas, en cambio, podemos adoptar una actitud
diferente y hacernos más adaptables. Aún así, debemos tomar en cuenta un tercer
elemento el cual, probablemente, es sobre el que tengamos menos injerencia: la
vulnerabilidad.
La vulnerabilidad depende en gran parte de factores hereditarios, como
nuestro temperamento. En realidad siempre existe una combinación entre lo
heredado y lo aprendido en este punto. Una persona con vulnerabilidad o
propensión a las enfermedades mentales como la psicosis o la esquizofrenia
—tener un padre esquizofrénico— es más vulnerable al estrés que otra que no
tiene este antecedente. La vulnerabilidad también puede ser la causa de otros
trastornos de ansiedad como el trastorno de angustia o el
trastorno de ansiedad generalizada. Las características de
personalidad así como la falta de estrategias y habilidades necesarias, o un
repertorio pobre de respuestas son, por tanto, elementos que definen la
vulnerabilidad de un individuo al estrés.
Entonces tenemos que la vulnerabilidad puede deberse a una miriada de
factores que en cierta forma deberemos aprender a identificar. Las personas, por
ejemplo, pueden haber sufrido un acontecimiento estresante reciente y de alta
impresión, lo cual también es un acontecimiento desafortunado que vulnera el
control de afrontamiento en situaciones similares futuras. Otras personas, en
cambio, son vulnerables ya que simplemente no manejan las situaciones de forma
adecuada o carecen de técnicas apropiadas de afrontamiento.
Ya sea por herencia, falta de estrategias o experiencias traumáticas, la
vulnerabilidad al estrés es un factor de alto riesgo que puede evocar con más
facilidad todas las consecuencias negativas propias del estrés patológico.
Mientras mayor sea el grado de vulnerabilidad en una persona se
requerirá de menor cantidad de estrés para desarrollar un comportamiento
desadaptado (trastorno de ansiedad), y viceversa, a menor vulnerabilidad se
requerirá mayor estrés para provocar el trastorno.
Ya que resulta imposible evitar todas las situaciones estresantes en la
vida, la mejor forma de lidiar con estas es aprendiendo nuevas y mejores
estrategias adaptativas que fortalezcan al individuo y lo hagan más apto y
adaptable en términos generales.