En un lenguaje coloquial, la ansiedad
y la angustia se consideran términos equivalentes,
máxime porque ambos poseen el mismo origen etimológico "angere",
que significa apretar u oprimir. No obstante, existen autores que
hacen una clara distinción, como el caso de Sören Kierkegaard,
quien consideraba la angustia como parte de la libertad de
elección.
El hombre —explicaba
Kierkegaard como ejemplo— quien se encuentra parado frente a
un precipicio, siente miedo del peligro potencial frente a él, pero
al mismo tiempo experimenta un curioso impulso (tentación) de
tirarse al vacío, lo cual le provoca angustia. Esto
explica, según el filósofo, cómo la angustia se presenta ante
la libertad de tomar una decisión (la cual llamó mareo de
libertad), en este caso, la del impulso del suicidio. Para este
autor, la angustia está tan unida al concepto de libertad que la
consideraba en sí misma como una "conciencia de la
libertad". Varios psicólogos existencialistas
modernos como Carl. R. Rogers o Rollo May adoptaron esta filosofía
de la angustia frente a la libertad de elección.
En general, el término angustia
se emplea muy a menudo para designar una reacción emocional más
intensa que la ansiedad misma.
Así también, angustia se emplea con frecuencia para
referirse a una respuesta física (o fisiológica) corporal, mientras
que la ansiedad denota una respuesta más bien psicológica
y subjetiva. Esto se hace evidente, por ejemplo, en la denominación
de la crisis de angustia, afección en la que
destacan síntomas fisiológicos sobre los psicológicos,
coincidiendo así con esta última concepción.
En cuanto al miedo, es
un término que también se emplea sin distinción frente al de
ansiedad. No obstante, muchos diferencian estos términos en
cuanto que el miedo se refiere más bien a
una respuesta emocional provocada por algo tangible o perceptible,
mientras que la ansiedad se
refiere a algo intangible, subjetivo. Miedo es una
emoción biológica básica fácilmente observable incluso en
mamíferos inferiores al hombre, mientras que la ansiedad es
una respuesta mucho más compleja y duradera en el tiempo, y no
siempre se expresa abiertamente frente a otros, incluso puede ser
inconsciente para el mismo sujeto quien la experimenta.
La fobia,
al igual que el miedo, se caracteriza por una respuesta fisiológica
ante una situación u objeto perfectamente identificables, pero se
diferencia en la respuesta exagerada y desproporcionada a la reacción
natural de miedo.
La respuesta fóbica, en
realidad no es adaptativa a las circunstancias, por el contrario, y
puede generar una reacción en cadena que podría dejar a la persona
incapacitada por algún tiempo antes de poder reaccionar y volver a
la normalidad. Hay que tomar en cuenta que los niños (así como en
algunos adultos) no siempre son conscientes de una reacción fóbica
irracional. En la observación, a veces es difícil diferenciar un
miedo verdadero de uno miedo fóbico, lo cual no
siempre es tan evidente, pero mientras más intensa sea la respuesta
de evitación mejor se podrá aplicar el concepto de fobia.